Ñaupachaca y la marca Perú>

Saliendo del tunel: las olas 40 metros por debajo

Ñaupachaca: el antiguo puente colgante sobre el Hatunmayo

En las fronteras del río Apurimac, el terreno es impenetrable como el tiempo.

En este lugar, ríos profundos tallan cañones verticales en la tierra.

Sobre ellos, el eco del pasado sigue flotando como la niebla que impide ver la base de los nevados; pero sus picos insisten por encima de las nubes.

 Aquí,  el túnel tallado en la roca viva da paso a lo que alguna vez fue uno de los puentes más asombrosos —y aterradores— del mundo: el Ñaupachaca.

Trenzado de fibras vegetales y hoy desaparecido, unía los riscos entre Curahuasi y Mollepata, importantes tambos a uno y otro lado del principal afluente del Amazonas.

 En una región donde el terreno obliga a los caminos a aferrarse al aire, no es difícil imaginar por qué su fama cruzó siglos.

Apu Salkantay; salvaje
Famoso grabado de Squier con ¿Corihuayrachina detras?
"Respiradores" del túnel
Tarawasi en Limatambo camino a curahuasi desde Cusco
Buscando la ubicación exacta del cruce
Base del Tablachaca, puente colonial cerca al Cunyac

 

Según George E. Squier, diplomático y explorador del siglo XIX:

Everyone we met who had crossed it was full of frightful reminiscences of his passage: how the frail structure swayed at a dizzy height between gigantic cliffs over a dark abyss, filled with the deep, hoarse roar of the river, and how his eyes grew dim, his heart grew faint, and his feet unsteady as he struggled across it, not daring to cast a look on either hand.

Y aunque su descripción parezca novelesca, el puente existió.

Tenía 45 metros de luz y colgaba a 36 metros sobre el río, según sus propias mediciones.

Hoy no queda nada de la estructura vegetal.

Pero sí queda el túnel: una galería de roca maciza, escondida entre terribles marañas de maleza espinosa, moscones y humedad que dan testimonio silencioso de su existencia.

El grabado del artista muestra al jinete entrando al túnel, como para dar una idea exacta de las dimensiones de la obra. Se sabe que dos caballos podían cruzar el puente en paralelo.

En la actualidad el túnel se ha visto reducido por la caída de sedimentos que durante siglos lo ha ido tapando.

Aún así sigue siendo absolutamente impresionante; el viajero lo penetra y al salir se encuentra prácticamente sobre la plataforma de roca construida como base del puente por los ingenieros del imperio.

Uno siente que es el propio puente quien lo conmina a cruzar.

La ruta del oro

El del Ñaupachaca no era un simple cruce.

Algunos historiadores han sugerido que esta sección del camino fue clave en uno de los episodios más dramáticos de la historia andina: el transporte del tesoro del Coricancha para pagar el rescate de Atahualpa.

Algo del botín sagrado pudo haber sido movilizado por este mismo lugar.

Además, se sabe que Manco Inca -astuto- esperó a los invasores al otro lado del río (tal vez esperando que no lograsen cruzar) para recién ofrecerles alianza ante su inevitable ingreso al Cuzco.

Durante tiempos posteriores los viajeros de antaño —arrieros coloniales, religiosos, buscadores de minas y demás— sabían que para cruzar debían calcular bien la jornada.

Era vital emprender la marcha al amanecer desde la Hacienda La Estrella.

Se descendían horas por la pared del cañón para llegar al puente antes de la tarde.

Pasado medio día el viento arrecia meciendo el puente como a una gigantesca hamaca sobre el abismo.

Plano general y ubicación del puente entre tambos de Mollepata y Curahuasi

Una estructura viva

Victor von Hagen, en Highway of the Sun, no duda en llamar a los puentes incaicos “venas vivas del imperio”.

Construidos con ichu trenzado, reforzados por pilares de piedra y renovados regularmente por comunidades bajo el sistema de minka, estos puentes no eran simples obras civiles: eran parte del tejido político, social y simbólico del Tahuantinsuyo.

¿Y si el puente regresara?

El Ñaupachaca se sostenía sobre acantilados de granito, en una sección espeluznante del cañón del Apurímac donde incluso hoy, los senderos son poco más que líneas en la piedra.

Por esta razón su memoria se ha perdido.

Ha llegado el momento de revalorar la obra de ingeniería textil como lo que es; un símbolo de peruanidad.

Hoy, el Perú debe  recuperar el Ñaupachaca —antes reintroduciéndolo en el imaginario popular para poder reconstruirlo después.

¿Qué mejor metáfora de país que un puente suspendido entre extremos: costa y sierra, pasado y futuro, mito y modernidad?

Un lugar como este, puesto en valor con el cuidado y respeto debidos, es además de un destino,  una narrativa; storytelling, dirían los gerentes de marketing.

Un auténtico emblema de resiliencia, de ingenio ancestral, de continuidad cultural en medio de una naturaleza imponente; todas cualidades esenciales de la marca Perú.

Cómo llegar

El sitio exacto del Ñaupachaca no está señalizado como atracción turística, pero el viajero decidido sabrá hacer los contactos que lo guíen desde la banda oeste.

La caminata exige buen estado físico, conocimiento de la zona y respeto por un paisaje que no ha cambiado mucho desde que los incas cruzaban el Apurímac con sus sueños de oro al hombro.

Click en la foto de abajo para ver la galeria:

"Desvío a Ñaupachaca": la única señal del camino hacia el puente